Un amor by Alejandro Palomas

Un amor by Alejandro Palomas

autor:Alejandro Palomas [Palomas, Alejandro]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2018-01-01T05:00:00+00:00


8

—Todo. Quiero saberlo todo.

Silvia iba sentada detrás. El avión había llegado con una hora de retraso y, según nos dijo en cuanto apareció por la puerta de llegadas, no había dormido en toda la noche, a pesar de la doble ración de valeriana que se había tomado mientras esperaba para embarcar y de no sé qué potingue natural que le había preparado su herbolaria y que, más que dormida, la había dejado un poco lenta. Ni siquiera quiso que pasáramos por su casa. «Ah, no. Vamos directos al hospital, ¿no?», dijo en cuanto subimos al coche. Probablemente lo tenía decidido así desde que la habíamos puesto en antecedentes de la reaparición de tía Inés por WhatsApp —prácticamente nos habíamos limitado a darle el titular, porque la habíamos pillado camino del aeropuerto y cuando leyó el mensaje ya estaba en la cola de embarque y no había dado tiempo a más—, y había aterrizado ansiosa por conocer hasta el último detalle.

—¿Os parece si paramos en alguna gasolinera o algo y mientras me lo contáis me tomo un café con leche y un bocadillo? —preguntó en cuanto salimos a la autovía—. Si no desayuno, no sé si seré capaz de aguantar.

Paramos en una gasolinera con cafetería que estaba justo delante de un club de alterne con un cartel en el que aparecía un nombre tropical medio borrado. Un guardia de seguridad con la cabeza taladrada de tatuajes, sentado en la escalera delantera, lo custodiaba.

—Soy toda oídos —dijo Silvia después de tomarse medio café con leche de un trago y de empezar a atacar el bocadillo de tortilla.

Emma me miró. A juzgar por su mirada apagada y por las sombras negras que tenía debajo de los ojos, entendí que, como yo, tampoco ella había dormido bien. Después de haber estado en el hospital hasta bien entrada la tarde hablando con mamá y con tía Inés sobre ellas, sus años a solas y a escondidas y poniéndonos también al día de la vida de tía Inés y de todos los demás del grupo de «las tías», maridos e hijos incluidos —en ningún momento mencionamos a papá—, Emma y yo habíamos cenado juntos en un japo, demasiado cansados para seguir dándole más vueltas al tema, y nos habíamos ido a casa enseguida. Yo había salido a dar un largo paseo con Rulfo para intentar despejarme un poco y asimilar en lo posible todo lo que habíamos oído y lo que seguramente quedaba aún por saber antes de encerrarme en casa, dar el día por terminado y meterme en la cama. Estaba tan tenso y tan agotado que me tomé medio lorazepam con un vaso de leche caliente y me puse a leer, esperando a que hiciera efecto y llegara el sueño, aunque fue en vano. Lo que sí llegó hacia la medianoche fue un whatsapp de Emma que terminó de despejarme y que decía exactamente: «¿Duermes?».

La llamé. Fueron casi dos horas de Emma. Se sentía culpable por cómo le había hablado a mamá. «No me



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